Que de la más adversa situación puede germinar el fruto más bello es una realidad.
Mi pequeña semilla llegó a un mundo confrontado; bienestar material, campo de batalla afectivo. Nunca se puede tener todo, buen argumento para el necio; excusa para el egoísta que obvia el sufrimiento ajeno.
Ese delicado fruto tenía que crecer erguido, fuerte, feliz, con palés de cariño, valores y confianza para desarrollarse en todo su esplendor, para llegar a ser lo que quisiera ser.
La vida dispone segundas oportunidades, cambia nuestros destinos para que todo fluya, para que el más indefenso encuentre refugio en un ambiente protector y favorable, para que otras personas de buen hacer irrumpan en el camino para no abandonarle jamás.
Mañanas de colacao, aulas matinales y guardería, tardes de plastilinas y acuarelas, juegos, risas, baños de espuma, nenuco, cenas tranquilas y amor, mucho amor. Sueños celestiales. Serenidad y vida al fin.
Amor que devuelves a raudales en cada mirada, en cada gesto, en bromas y contestaciones chulescas, en cariñosas palabras, amor que me corta la respiración, amor que se une al orgullo fundiéndose en el más cálido abrazo, demostrando cómo de una vida enmendada puede surgir una auténtica obra de arte, un ser noble, sensible, de grandes principios, de gran corazón.
Por más que escriba, por más que trabaje, por más que labore mi hogar, por más que cuide a los que me rodean, nunca saldrá de mi mano una creación más perfecta que mi querida semilla.
Te quiero y por ahora no te compro la moto
No hay comentarios:
Publicar un comentario